La
Sucesión Apostólica
Por Eric Svendsen
Otro tema de importancia en la discusión
es la enseñanza católica de la sucesión apostólica. Los católicos romanos creen
que hay una línea ininterrumpida de sucesión papal desde Pedro hasta el
presente. Ellos argumentan que ya que la idea de la sucesión apostólica puede
ser hallada en los escritos de los tempranos padres de la iglesia y estos
afirman ser capaces de rastrear a los sucesores todo el camino hacia atrás
hasta Pedro, la sucesión apostólica, por tanto debe haber sido enseñada por los
apóstoles. Esta aseveración es refutada en varios puntos.
Para
comenzar, no es cierto que meramente porque uno puede hallar evidencia
patrística para la sucesión apostólica, por tanto la sucesión apostólica debe
ser de origen divino. Scott Hahn, por ejemplo, cita a Ireneo, quien afirma que
puede nombrar a cada sucesor de Pedro hasta su día.
“Esta dentro del poder de todos, por tanto, en cada iglesia, que
pueda desear ver la verdad, para contemplar claramente la tradición de los
apóstoles manifestada a través del mundo entero; y estamos en una posición para
considerar a aquellos que fueron instituidos obispos los apóstoles en las
iglesias, y (para demostrar) la sucesión de estos hombres a nuestros propios
tiempos…. (hacemos esto, digo,) al indicar que la tradición derivada de los
apóstoles, de la grandiosa, la muy antigua, iglesia universalmente conocida
fundada y organizada en Roma por dos de los mas gloriosos apóstoles, Pedro y
Pablo; como también (al señalar) la fe predicada a los hombres, la cual viene a
nuestro tiempo por medio de la sucesión de obispos…. Los santos apóstoles,
entonces, luego de
haber fundado y edificado la Iglesia, entregaron el servicio del episcopado a
Lino…. Anacleto lo sucedió. Después de él, en tercer lugar desde los Apóstoles,
Clemente heredó el episcopado… A Clemente sucedió Evaristo, a Evaristo
Alejandro, y luego, sexto a partir de los Apóstoles, fue constituido Sixto. En
seguida Telesforo, el cual también sufrió gloriosamente el martirio; siguió
Higinio, después Pío, después Aniceto. Habiendo Sotero sucedido a Aniceto, en
este momento Eleuterio tiene el duodécimo lugar desde los Apóstoles, tiene la
herencia del episcopado. En este orden, y por esta sucesión, la tradición
eclesiástica del os apóstoles, y la predicación d la verdad, ha llegado hasta
nosotros” (Ireneo, En contra de las Herejías, Libro III, 3:1-3)
Hahn
parece creer que esta afirmación provee prueba indisputable para su premisa de
que la sucesión apostólica es de origen divino. Pero de hecho, esta no prueba
nada por el estilo. Hahn primero asume la infalibilidad de Ireneo para poder
probar la apostolicidad de la sucesión apostólica. Luego el argumenta que ya
que algunos de los padres más tempranos creyeron en la sucesión apostólica
(viz., Ireneo), ésta
por tanto debe ser de origen apostólica. Hahn es culpable de ignorar la
pregunta. Él primero asume algo que él mas adelante trata de probar basado en
las implicaciones de su suposición previa. Él, en efecto, está argumentando en
círculo.
La
cita de Ireneo solo prueba que Ireneo creía
en la sucesión apostólica. Ireneo estaba expresando su propia opinión, y su
opinión estaba equivocada en muchos temas. Uno de esos temas es la edad de
Jesús cuando fue crucificado. El título de su capítulo 22, libro 2, de En Contra de las Herejías, dice:
“Los treinta eones no son tipificados por el hecho que Cristo
fue bautizado cuando tenia treinta años: él no sufrió en el mes doceavo su
bautismo, pero tuvo más de cincuenta años cuando murió”
Ireneo
procedió a defender su tesis en contra de las herejías gnósticas primero usando
una lógica dudosa, ¡Y luego apelando a la tradición de los mismos apóstoles!
“Siendo un Amo, por tanto (Jesús) también poseyó la edad de un
Amo,… santificando cada edad,…Porque Él vino a salvar a todos… infantes, y
niños, y jóvenes, y viejos. Él por tanto paso a través de cada edad,
volviéndose un infante para infantes, de esa manera santificando a los
infantes; un niño para los niños, de esa manera santificando a aquellos que son
de esa edad,... De la misma manera él fue viejo para los viejos, de manera que
pueda ser un Amo perfecto para todos y no meramente en lo que respecta a
exponer la verdad, pero también a lo que respecta a la edad, santificando al
mismo tiempo a los envejecidos también, y volviéndose un ejemplo para ellos de
la misma manera… (Los herejes) son olvidadizos de sus propias desventajas,
destruyendo Su obra completa y robándole de esa edad, la cual es ambas, más
necesaria y más honorable que ningún otra; esa edad más avanzada, me refiero,
durante la cual también como un maestro Él supero a todos los demás. Porque
¿Cómo él pudo haber tenido discípulos, si El no enseño? Y ¿Cómo pudo el haber
enseñado, a menos que él hubiera alcanzado la edad de un Amo?... pero a partir
del año cuarenta y cincuenta un hombre comienza a declinar hacia la edad mayor,
la cual nuestro Señor poseyó mientras Él todavía cumplió el cargo de un
Maestro, incluso como el Evangelio y
todos los ancianos testifican, aquellos que son versados en Asia con Juan, el
discípulo del Señor, (afirmando) que Juan les llevo a ellos la afirmación. Y
que él permaneció entre ellos hasta el tiempo de Trajano. Algunos de ellos,
además, vieron no solamente a Juan, pero a los otros apóstoles también, y
escucharon la misma narración de ellos y llevaron el testimonio hasta (la
validez) de la afirmación. ¿Entonces a quien nosotros deberíamos creer? Si a
hombres como estos ¿O a Ptolemaeus,
quien nunca vio a los apóstoles y quien nunca ni aun en sus sueños obtuvo el
más ligero rastro de un apóstol?” [129] (Ibíd.,
Libro II, 22:4-5 - Cursivas mías)
Es
importante notar que Ireneo aquí habla con la misma confianza y apela a la
tradición “autoritativa” como cuando él habla sobre la sucesión apostólica. De
hecho, si tuviéramos solo el testimonio de Ireneo, podríamos ser compelidos a
creer que todos en la iglesia
temprana deberían haber creído que Jesús tenía más de cincuenta años cuando
murió. Por supuesto, nadie estaría de acuerdo con la posición de Ireneo hoy,
eso incluye a los apologistas católicos. Sin embargo ¿Sobre qué base pueden los
apologistas católicos rechazan este testimonio mientras simultáneamente apelan
al mismo padre de la iglesia quien en el mismo tratado cita la misma “tradición
apostólica” en defensa de la sucesión apostólica?
El
apologista católico en este punto debe tácitamente abandonar su criterio normal
para determinar la verdad – esto es, el testimonio de un padre de la iglesia
quien apela a la tradición entregada inalterada desde los apóstoles mismos – y
abrazar decididamente un método más evangélico de juzgar los méritos de cada
creencia patrística, en una base de caso por caso de acuerdo a cuan bien esa
creencia es apoyada por el testimonio de las Escrituras. Al hacer eso, el
apologista católico inconscientemente muestra la deficiencia de la apelación
católica a la tradición apostólica, y afirma que ni Ireneo ni ningún otro padre
apostólico, puede funcionar como un criterio de verdad. Solamente a la
Escritura inspirada se le puede dar ese status. Es solamente por la Escritura
que podemos tener certeza de la enseñanza apostólica.
Pero
inclusive si nosotros concediéramos que Ireneo estaba en lo correcto en su
testimonio que los apóstoles designaron sucesores después de ellos, uno debe
hacerse la pregunta ¿Es posible que cada uno de los apóstoles mismos pudieron
haber señalado un sucesor para ellos sin darle mayor importancia a un sucesor
designado para su sucesor? Si uno mira al precedente puesto en el Antiguo
Testamento, luego uno debe aceptar esta posibilidad. Dios directamente designo
a Moisés para que sea el líder de Israel, y luego nombro a Josué como su
sucesor. Pero los sucesores de Josué están conspicuamente ausentes de la
Escritura. Más significativo todavía, cada vez que un profeta se levantó en
Israel, nunca se le dijo que ordenara a Israel que restaure un sucesor de
Moisés al poder. Algunas veces Israel tuvo profetas que estaban gobernando
sobre ellos, alguna veces mujeres, algunas veces reyes. Pero nunca más hay una
pista de un sucesor de Moisés, excepto por el Mesías mismo. Entonces, la
sucesión de los apóstoles, todavía no implica una ininterrumpida sucesión,
mucho menos unos sucesores ininterrumpidos e infalibles.
Sin
embargo, al final del día, uno debe luchar con afirmaciones de los escritores
del Nuevo Testamento que sugirieron que no habría sucesión apostólica en el
sentido en que la iglesia católica la entiende. Ambos, Pedro y Pablo supieron
de antemano cuando ellos partirían de esta vida. Pablo escribió a Timoteo que
el tiempo de su muerte era inminente. (2 Timoteo 4:6), y Pedro escribió a la
iglesia que sabía que estaba a punto de morir (2 Pedro 2:13-15) ¿Que mejor
momento para introducir un sucesor que cuando está hablando de su propia
muerte? Lo que es tan significativo es que ni Pedro ni Pablo ni siquiera hacen
mención una vez de un sucesor. Lo que Pedro si dice sobre la guía espiritual
para la iglesia después de su muerte es revelador:
“Por tanto, siempre estaré listo para
recordaros estas cosas, aunque vosotros ya las sabéis y habéis sido confirmados en la verdad que está presente en vosotros. Y considero justo, mientras esté en este
cuerpo, estimularos recordándoos estas cosas, sabiendo que mi separación del cuerpo terrenal es inminente, tal como me lo ha declarado
nuestro Señor Jesucristo. También
yo procuraré con diligencia, que en todo tiempo, después de mi partida, podáis
recordar estas cosas”
(2 Pedro 1:12-15) LBLA
Lejos de
ver como necesidad el designar a un sucesor, para guiar a la iglesia después de
su muerte. Pedro pensó que sería más efectivo simplemente recordar a la iglesia
las cosas que él ya les había enseñado. Él les recuerda de puntos cruciales escribiéndolo como Escritura. Esto es lo
que Pedro hace por la iglesia para asegurarse que tendrá guía después de su
muerte. La epístola entera de 2 Pedro es
ese recordatorio.
No
debemos perder el punto aquí. Pedro escribe estas palabras basado en ciertas
suposiciones subyacentes. Uno debe preguntarse con honestidad ¿Son estas las
palabras de alguien que creyó que iba a designar a otro papa como su sucesor,
una persona supuestamente infalible, quien entonces guiaría a la iglesia
después de su muerte? Si es así, ¡ciertamente son palabras extrañas! Debemos
concluir que Pedro perdió la oportunidad de oro para designar a su sucesor. ¿No
hubiera tenido más sentido (asumiendo la creencia apostólica romana en la
sucesión apostólica) haber dado instrucciones explicitas a la iglesia de
obedecer al nuevo papa tal como uno halla en los escritos patrísticos cuando el
autor estaba a punto de ser martirizado? ¿O son más bien estas palabras de
alguien que pensó que era crucial dejar un legado de instrucciones escritas
para la iglesia que entonces actuarían como una guía en la ausencia de la
autoridad apostólica?
La
sucesión apostólica simplemente no es enseñada en el Nuevo Testamento. Mientras Pablo instruye a Timoteo que guarde el depósito de
la fe que le ha sido confiado (1 Timoteo 6:20; 1 Tim 1:14), y confiar ese
depósito a hombres fieles quienes también serían capaces de enseñar a otros (2
Timoteo 2:2), esto tenía que ver con el asegurarse que habrían maestros capaces
que cuidarían de la verdad después que los apóstoles murieran — no que habrían
sucesores designados. La idea de la sucesión apostólica es un concepto que
hubiera sido bastante ajeno a los apóstoles; y ciertamente nunca se vio
reflejado en sus enseñanzas.
Notas
127
¿Solo la Biblia?
128
Ireneo, En contra de las Herejías, Libro
III, 3:1-3.
129
Ibíd., Libro II, 22:4-5.
130
Otro ejemplo de tradición apostólica que contradice la creencia católica romana
contemporánea había sido supuestamente dado por Papias. “Papias quien ahora es
mencionado por nosotros, afirma que el recibió los dichos de los apóstoles de
aquellos que fueron acompañantes de ellos, el además afirma que le escucho en
persona a Ariston y al presbítero John. En consecuencia el los menciona frecuentemente por nombre, y en
sus escritos el da sus tradiciones… La misma persona, también, ha establecido
otras cosas como procedentes de las tradiciones no escritas, entre estas
algunas parábolas extrañas e instrucciones del Salvador, y otras cosas de más
fabulosa naturaleza. Entre estas dice que habrá un milenio después de la
resurrección de los muertos, cuando el reinando personal de Cristo sea
establecido en este tierra” (Fragmentos
de Papias: De la Exposición de los Oráculos del Señor, VI: 10-13). La
“tradición apostólica” expresada aquí es decididamente premilenial – en contra de la iglesia
católica romana que mantiene una escatología amilenial.
131
Ver, e.g., Ignacio, Ef. 2:5, 4:8; 5:7-9, 20:14-16. Ni siquiera aquí un papa es
mencionado. En vez de eso, se ordena sumisión al obispo local.
Tradución: Marcos Zuñiga.
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